sábado, 16 de febrero de 2013

Fue justo cuatro minutos después

Fue cuando me di la vuelta y me fui,
cuando dejé que las ganas se escondieran
en mi sombra.
Simulando un valiente desplante
te di la espalda y saboreé tu mirada
recorriendo mi cuerpo.
Desde los pies hasta la nuca
noté como intentabas paralizarme.
Sintiendo tus ojos como clavos
que estremecían hasta la esquinita de mi alma.
Fue justo cuatro minutos después
y mi instinto ya te buscaba.
Ese pobre y débil instinto,
al que le pueden las ansias,
la muerte, el daño.
La locura.
Ese eterno compañero
que bien tiene claro qué quiere,
cómo quiere y cuándo lo quiere.
Y justo ese día fuiste tú.
Pero pude mantenerme,
no pararme, no retroceder,
seguir directa hacia tu mero recuerdo.




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