sábado, 30 de marzo de 2013

No cuenten nunca nada a nadie

Como toda valiente
doy rienda a mis ansias
y empiezo a echar de menos.
A aquél que me daba los buenos días,
al que me hacía tortitas,
a mi amor, que está siempre, con su risa y su aire,
al que con mirada tierna me cuida.
A la que tengo cerca,
al músico de pelo alborotado,
a la reina de su casa y regalo de dioses,
al sabio distraído.
A sangre de mi sangre, pero en rubio,
al hombre inquieto de los martes,
al serio y recto de los jueves.
Al médico trotamundos,
a mi francesita de ojos perfilados,
a su amor de voz templada.
A la morena canadiense,
a mi loca de patas largas,
y a la que vi ayer, con su pelo rizado y sus teorías macabras.
A la bailarina con alergia 
y a mi tipa lista.
Y como bien decía aquél guardián
“No cuenten nunca nada a nadie.
 En el momento en que uno cuenta cualquier cosa, empieza a echar de menos a todo el mundo”





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