jueves, 16 de octubre de 2014

Engañar al poder

En una de nuestras reuniones oficiales de los miércoles,
(ahora trasladadas a los lunes)
planeamos de una reconstruir este nuestro mundo.
Siempre hemos sido gente muy modesta,
cercana y de nimias pretensiones.
Él hablaba del capital como desigualdad social.
Yo metía como bien podía el concepto de derecho fundamental.
Una sociedad más equitativa con sueldos proporcionados,
trataba de explicarme.
Yo le decía que el poder hoy se llama dinero,
y si un día el poder no tiene ese nombre
se apellidará de otra forma,
pero nunca, nunca desaparecerá.
El poder no es necesario.
pero es una constante que no podemos obviar.
Por eso, yo trataba de hablar del derecho fundamental.
De engañar al poder.
De subir los mínimos.
De fortalecerlos.
Que el rico no perciba su pérdida
y que el pobre reciba lo que es suyo.
Lo que nunca debió ser de otro.
No hay que luchar contra el poder.
En cuanto aprecie la amenaza
su miedo se pondrá en alerta
y su ira será mucho más peligrosa.
Hay que engañar al poder.
Ofrecerle una galleta
mientas sacamos al resto de este río congelado.
Marearlo cuando se ponga tenso.
Despistarlo.

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