he de reconocer que la vida
está siendo muy agradecida conmigo.
Aún no he sentido en mi piel
el desgarro de una pérdida,
de un adiós, para siempre.
A estas alturas ya,
puedo estar feliz de sentarme
junto a Canetti
y verlo desperezarse
ya con su pelo un poco más triste,
menos joven.
A estas alturas todavía
puedo verme rodeada
de gente que adoro,
que necesito.
Que quiero.
Pero es a estas alturas
cuando más se clava la amenaza
de que todo esto cambie.
El tiempo sigue pasando
y la gente no parece querer
deshacerse de esa jodida manía de envejecer.
Maldita manía.
Maldita manía de despedirse.
De ir.
De abandonar aquí pegaditos.
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