Esa mirada sólo esconde deseo,
sólo quiere de ti tu cuerpo,
tu pasión, nada más.
Esa mirada te eriza,
te quema, te angustia.
Esa mirada te encuentra,
te atrapa y sabes que no quiere
más que un rato, o quizá no tanto.
Pero esa mirada es tuya,
te pertenece y está puesta sólo en ti.
Y te conviertes en un cuerpo sin alma,
en un animal hambriento.
El aroma del placer llega a ti
como una flecha que te aleja de tu yo.
Agradecida de que no miren tu alma,
que desnuden tu cuerpo y no cuiden las formas.
Y mientras se desgarra tu ropa
te sientes otra vez tan tuya, tan poderosa,
que matarías a esa mirada si parase un sólo momento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario